11
Feb

¿Es acertado mantener los tipos de interés inalterados como hizo la semana pasada el Banco Central Europeo (BCE)? Muchos economistas consideran que no y que se deberían haber bajado los tipos ya que, por un lado, la inflación no es inquietante y, por otro el futuro crecimiento de la Eurozona va a ser muy bajo. Otros, en cambio pensamos que la decisión es acertada ya que las razones por las que la zona euro crece poco tienen más que ver con la falta de reformas estructurales que con los tipos de interés. El BCE ha manifestado que no ha movido los tipos de interés porque la inflación está muy alta y por encima de su objetivo.

Si hay una economía de la Eurozona que debe estar especialmente preocupada por los efectos de la inflación, es la española. No en vano España es el país de la Eurozona dónde se están registrando las mayores tasas de crecimiento de los precios. El 2007, España cerró con una inflación del 4,2%, su nivel más alto de la última década, incrementando el diferencial con Europa hasta los 1,2 puntos porcentuales. Lo peor es que la tendencia alcista no parece haber tocado techo. Efectivamente, los datos adelantados de enero de 2008, confirman que la situación empeora situándose en el 4.4%. Lo preocupante no es el dato en sí -que sin duda es malo- sino el hecho de que el modelo económico español y sobre todo su tejido productivo son más vulnerables que el de nuestros vecinos europeos al proceso inflacionista.


Las economías domésticas son las que más están sufriendo el fenómeno inflacionario de forma más inmediata. Concretamente su poder adquisitivo está disminuyendo. El repunte de los precios está teniendo efectos devastadores para millones de trabajadores. Se estima que alrededor de seis millones de empleados no se van a beneficiar de revisión salarial ya que se encuentran fuera del paraguas de la negociación colectiva. Si a ello le añadimos el alto nivel de endeudamiento de las familias es fácil comprender que el consumo y la inversión se van a ver negativamente afectados por la inflación. En este sentido, el Instituto de Crédito Oficial ha dado a conocer la semana pasada que el indicador de confianza del consumidor descendió el pasado mes 1,4 puntos hasta situarse en 70,9, un mínimo histórico desde que empezó a realizarse esta consulta, en el cuarto trimestre de 2004. Además, las caídas de las bolsas, un 15% en lo que va de año, y la disminución de los precios de los pisos (reducción del patrimonio en acciones e inmuebles de los españoles) genera un efecto pobreza, que reduce el poder adquisitivo de los españoles que a su vez reduce la demanda de bienes de consumo.

Otro efecto perverso del proceso inflacionista que experimenta nuestra economía es la pérdida de competitividad de nuestras exportaciones de bienes y servicios. Ello es especialmente preocupante en un contexto en el que la demanda interna, uno de los pilares del crecimiento español, se está desacelerando. Pérdida de competitividad agravada por la fortaleza del euro. La repercusión directa de este fenómeno se refleja en nuestro déficit exterior que de prolongarse esta situación puede superar el actual 10% del PIB.

En definitiva, la inflación, tanto en 2007 como en lo que va de 2008, se ha disparado generando pérdidas de competitividad para las empresas y de poder adquisitivo para las familias. Es preciso que el gobierno de España y el BCE sigan trabajando para que el fenómeno inflacionario se detenga. ¿Es acertado mantener los tipos de interés inalterados como hizo la semana pasada el BCE? Pienso que si.

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