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Externalidades negativas: las emisiones de CO2

Me pregunta Antonio Losada en un comentario al post «Contra el cambio climático: los impuestos» [1] si podría explicar un poco mejor la diferencia entre coste social y coste privado. Como decía en el citado post las emisiones de gases invernadero generan una externalidad negativa. ¿Qué es una externalidad negativa? Las externalidades negativas son las que se producen cuando las acciones de un agente económico (empresa, ayuntamiento, consumidor, etc.) reducen el bienestar de otros agentes de la economía. Por ejemplo, para que en un bosque los árboles crezcan y se desarrollen correctamente, debe mantenerse el aire limpio, libre, por ejemplo, de lluvia ácida (nota: la lluvia ácida es un tipo de contaminación que destruye los bosques). Supongamos que, en un lugar cercano o no tan cercano, existe una central térmica que emite gases que posteriormente se transforman en lluvia ácida. El dueño del bosque (público o privado) se ve seriamente afectado por las acciones de la central térmica; es decir, está sufriendo un efecto negativo externo a él (una externalidad negativa o deseconomía externa).

Vayamos ahora al caso del cambio climático. En presencia de una externalidad negativa como son las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI), principalmente el CO2 (lo que los ingleses llaman “carbon”) el coste que tiene para la sociedad la producción de energía con combustibles fósiles es mayor que el coste que tiene para sus productores. Como es sabido el coste social comprende tanto los costes privados de los productores de energía como los costes del calentamiento global (la externalidad). El mundo, en su conjunto, resulta perjudicado por la producción de energía eléctrica con combustibles fósiles (externalidad negativa) ya que genera gases de efecto invernadero que a su vez generan calentamiento global.


La externalidad negativa genera ineficiencias. La causa de esta ineficiencia se halla en que el equilibrio del mercado sólo refleja los costes privados de producción. Entonces el punto de equilibrio del mercado (óptimo privado) entre la oferta privada (coste privado) y demanda privada determina un precio de la energía que sería inferior al que tendría si consideráramos la externalidad negativa de producir la energía; la cantidad de equilibrio sería mayor que la que se produciría si considerásemos la externalidad. Para pasar del óptimo privado al óptimo social deberíamos obtener una nueva curva de oferta denominada curva de coste social. ¿Cómo se obtiene la curva de coste social?: sumando al coste privado la externalidad.

¿Cómo se puede conseguir el resultado óptimo, es decir, el óptimo social? Una posibilidad es gravar a los productores de CO2 por cada tonelada emitida de CO2. El impuesto desplazaría la curva de oferta privada del mercado de la electricidad en sentido ascendente y hacia la izquierda en la cuantía del impuesto. Si éste impuesto reflejara exactamente el coste de la externalidad de las emisiones de GEI o de CO2 emitido en la atmósfera, la nueva curva de oferta coincidiría con la curva de coste social. En el nuevo equilibrio del mercado, los productores de electricidad producirían menos electricidad, es decir, una cantidad menor y a un precio mayor. Esa sería la cantidad socialmente óptima.

Se dice que un impuesto corrector o pigoviano internaliza la externalidad porque da a los compradores y a los vendedores del mercado un incentivo para tener en cuenta los efectos externos de sus actos. Los productores de electricidad tienen ahora en cuenta los costes de la contaminación y producen ahora la cantidad de electricidad óptima socialmente que van a ofrecer, ya que ahora el impuesto los obliga a pagar los costes externos.