25
Dic

Este mes, Cristina Fernández de Kirchner tomó posesión de la presidencia argentina. Sustituye así a su marido Nestor Kirchner quíen aplicó una política económica muy heterodoxa a lo largo de su mandato presidencial: control de precios, restricciones aduaneras y arancelarias a los productos importados, incumplimiento de los contratos con las empresas extranjeras, congelación de las tarifas de los servicios públicos que ha puesto en serio peligro la continuidad y la calidad de los servicios, política monetaria excesivamente laxa, gasto público desbordado y tipo de cambio muy intervenido para mantenerlo debilitado.

Todos estos factores han sido percibidos por los empresarios como una fuerte intervención del estado en la economía que distorsiona los incentivos del mercado, distribuye inadecuadamente los recursos, introduce un fuerte elemento de imprevisibilidad en las empresas y ahuyenta las inversiones extranjeras.


El gobierno de Nestor Kirchner manipuló los datos oficiales de la inflación. De ahí que el nuevo ministro de Economía de la nueva Presidenta, Martín Lousteau, haya comenzado a trabajar en la normalización del Indec con el objetivo de acercar la inflación oficial a su verdadero nivel real. Con esta medida y otras que se deberían tomar el nuevo ministro daría mayores niveles de credibilidad a los mercados y a los inversores. Martín Lousteau debe abrir la economía al exterior en vez de cerrarla, incorporar más competencia en el sistema productivo interno, luchar contra la inflación, alcanzar un mayor superávit en los presupuestos del estado y mantener el crecimiento económico a través de las exportaciones y la entrada de capital extranjero.

Al nuevo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se le abre, por tanto, una ventana de oportunidad. Con mayoría en ambas cámaras, y casi absoluta en el Congreso, tiene un amplio margen de maniobra y un clima propicio de gobernabilidad, que le permiten reducir los niveles de corrupción y de incertidumbre económica que, desde hace años, frenan las inversiones nacionales y extranjeras. La Presidenta tiene que dar la imagen de que Argentina es un país que cumple sus contratos, paga sus deudas y respeta los derechos de propiedad. Cuando los Gobiernos son limpios y democráticos, la administración pública es eficiente y se suprimen los favoritismos y los trámites burocráticos excesivos, se fomenta la competencia, las regulaciones son eficientes, las instituciones y los jueces son independientes y hay seguridad jurídica, los países están en mejor situación para atraer a la inversión extranjera. Esto es lo que necesita Argentina y lo que tiene que hacer el nuevo gobierno ¿Desperdiciará Cristina Fernández esta oportunidad histórica?

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