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Jul

Ayuda al desarrollo (II). El proyecto One Laptop per Child

Escrito el 17 julio 2007 por Valentín Bote en Economía Mundial

En relación con mi post de ayer, he recibido comentarios destacando la importancia del capital humano. Pues bien, precisamente la pasada semana Nicholas Negroponte presentó en Madrid su proyecto One Laptop Per Child (OLPC), una novedosa iniciativa educativa y tecnológica, que ya cuenta con dos años de andadura, orientada a la introducción masiva de ordenadores portátiles entre los niños de las zonas más desfavorecidas del mundo. El objetivo es facilitar el acceso a la educación de estos niños a un coste inferior al derivado del procedimiento tradicional (construcción de colegios, formación de profesores, etc.). Además, en palabras de Negroponte, “es una forma de convertir a los niños en los agentes del cambio”.


A esta iniciativa, capitaneada por el Media Lab del MIT, se han unido un nutrido grupo de socios entre los que destacan AMD, Google, Nortel o Citigroup, entre otros. En cuanto a los países que han mostrado interés o están ya participando en iniciativas piloto cabe destacar a Argentina, Brasil, Libia, Nigeria, Pakistán, Perú, Ruanda, Tailandia y Uruguay. Además de estos países, los promotores del proyecto se encuentran en la actualidad en negociaciones con México, Rumanía, Etiopía, Angola y Turquía.

Además de la compra directa en grandes pedidos por parte de estos países, los promotores están trabajando en la canalización de la ayuda al desarrollo concedida por los países avanzados a través de este proyecto. Puede mencionarse, por ejemplo, el pedido de 100.000 equipos realizado por Italia con destino a Etiopía.

El portátil diseñado para este fin no es convencional. De menor tamaño que los que estamos habituados a utilizar en el mundo desarrollado, muchas de sus características responden a la intención de reducir los costes del equipo y de adaptarlo a unas condiciones de uso y mantenimiento poco favorables. A modo de curiosidad, puede destacarse que está diseñado a prueba de agua. El procesador es relativamente lento, la memoria es limitada y el software que incorpora es en extremo simple: un sistema operativo, un sencillo procesador de textos y un navegador, todo basado en Linux. Pero, al mismo tiempo, se han potenciado las características de conectividad y multimedia: tres puertos USB, conexión wifi, altavoces estéreo integrados y cámara. Otra de las características que más llama la atención es la manivela que incorpora el equipo, cuya finalidad es cargar la batería utilizando la fuerza humana. De esta forma se proporciona una solución al problema de que muchos de los beneficiarios de los equipos carecen de electricidad en sus aldeas.

A pesar de lo atractivo que el proyecto suena sobre el papel, todavía debe afrontar importantes retos en el futuro para lograr sus objetivos. De manera más concreta:

La reducción del coste. El objetivo en materia de costes es lograr un producto lo suficientemente reducido como para que pueda ser vendido a un precio de 100 dólares. Sin embargo, en el momento actual el coste es de 176 dólares, debido básicamente a dos factores. Por una parte, la elevación de los precios de algunas materias primas esenciales en el ordenador (níquel, cobalto). Por otra parte, la reducida dimensión que todavía tiene el proyecto, que eleva el coste medio al no poder desarrollar de manera importante las economías de escala. Según las expectativas expresadas por Negroponte, el objetivo de los 100 dólares podrá ser alcanzado a finales de 2008, mientras que dos años después, al finalizar el año 2010, el precio podría haberse reducido hasta los 50 dólares.

La importancia de la escala. De acuerdo con los promotores de esta idea, la escala del proyecto es esencial al menos por dos motivos. En primer lugar, como una manera de lograr reducir los costes de producción de los ordenadores, uno de los actuales retos que todavía no están plenamente solucionados. En segundo lugar, porque la filosofía del proyecto, la revolución tecnológica al servicio de la educación del tercer mundo, requiere una implantación masiva. Los promotores de la iniciativa prevén unos encargos de entre 3 y 5 millones de ordenadores antes del final de 2007 y de entre 50 y 150 millones durante 2008. En la medida en que estas cifras sean o no realistas y en que la reducción de costes sea muy sensible a este factor de escala nos encontraremos con un auténtico reto que puede determinar el éxito o el fracaso del proyecto incluso en el próximo año.

Evitar los mercados secundarios. Un tercer punto que puede generar preocupación es la garantía de que los ordenadores son distribuidos y empleados por los niños para los que fueron destinados inicialmente, frente al riesgo evidente de que puedan ser revendidos, ya sea por las autoridades que realizan la compra o directamente por los padres del niño poseedor de uno de los ordenadores, sin dejar de mencionar la posibilidad de un robo. De esta forma se generaría un mercado secundario y el proyecto habría sido un completo fracaso. Para hacer frente a este problema los creadores del portátil afirman haber desarrollado una tecnología sofisticada para que si el ordenador no es utilizado por el niño adjudicatario del mismo deje de funcionar de manera irresoluble. La cuestión siguiente es si no existe ninguna posibilidad de superar esta protección tecnológica, del mismo modo que se han ideado soluciones para crackear las protecciones de productos de software o de CDs o DVDs, por ejemplo.

Libertad de acceso a información y contenidos. Una de las características más atractivas del proyecto es la posibilidad de que los niños que utilizan el portátil tengan acceso a una vasta cantidad de información y contenidos con total libertad, gracias a las posibilidades de conectividad que el equipo ofrece. Sin embargo, y de manera paradójica, podrían suscitarse dudas razonables sobre la viabilidad de este acceso a contenidos e información.

Más allá de los posibles problemas técnicos que pudiesen surgir (en los programas piloto el satélite que asegura la conectividad vía wifi siempre apunta donde debe hacerlo, mientras que en una aplicación a gran escala, difícil de controlar, las dificultades podrían aparecer), la preocupación es de otra índole. Algunos de los países pobres que más se podrían beneficiar están gobernados por líderes que difícilmente podrían estar de acuerdo con el hecho de que sus ciudadanos tengan acceso libre a información y contenidos no controlados por ellos. Resulta, de hecho, paradójico que Libia haya sido uno de los primeros países en interesarse por este proyecto. ¿Realmente Gadafi desea mejorar la educación de los libios o su finalidad es otra?

Por último, otra preocupación está relacionada con una aproximación más general al problema de la pobreza en África. Los últimos estudios en torno a la paradoja de que décadas de ayuda al desarrollo de dicho continente no hayan conseguido sino empeorar la situación económica con carácter general, por ejemplo los de William Easterly o Xavier Sala i Martín, destacan dos razones del fracaso: por una parte, no se ha conseguido poner fin a los gobiernos corruptos, lo cual reduce prácticamente a cero la posibilidad de éxito de un proyecto, y, por otra parte, que los donantes anteponen sus intereses (imagen, prestigio, etc.) a las necesidades reales de los potenciales beneficiarios. Sin afirmar en absoluto que nos encontremos con este último caso al hablar del proyecto OLPC, tampoco es claro de manera incuestionable que la máxima necesidad de los beneficiarios sea la del portátil de Negroponte.

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