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Jun

Tal y como se esperaba, el Banco Central Europeo (BCE) ha subido los tipos de interés de la zona euro desde el 3,75% hasta el 4%. Esta medida viene motivada porque las trece economías de la eurozona están creciendo de forma vigorosa –un 3% en el primer trimestre de este año-, y porque la tasa de desempleo se está reduciendo (se ha situado en abril en el 7,1% de la población activa). El fuerte crecimiento y la reducción del desempleo, junto con el elevado precio que ha vuelto a alcanzar el petróleo, llevan a pensar al BCE que, a finales de año, la inflación puede situarse entre el 1,8% y el 2,3%. Pero en la actualidad, la tasa de inflación de la eurozona es del 1,9%, una décima por debajo del objetivo que la propia autoridad monetaria se ha marcado.

Al hilo de esta medida quiero reflexionar sobre una cuestión que periódicamente se pone sobre la mesa: la independencia del Banco Central Europeo. El BCE fue creado a imagen y semejanza del Bundesbank, el Banco Central Alemán, que había destacado por su independencia frente al poder político. Esto le permitió llevar a cabo políticas monetarias muy ortodoxas, que propiciaron que la economía alemana disfrutase de unas tasas de inflación bastante contenidas. De ahí, que se pensase en el modelo germano a la hora de dotarse de una autoridad monetaria común.

Pero cuando el BCE acaba de cumplir siete años y medio de existencia, surgen cada vez más voces cuestionando esa independencia. Dicho de forma coloquial: hay quienes opinan que es una especie de Frankenstein, un monstruo que una vez creado, es difícil de controlar. ¿Y quienes piensan así? Pues los que creen que el BCE sólo se preocupa por controlar la inflación presente – o futura como acabamos de comprobar-, y no le importan ni crecimiento ni el empleo. Razones puede que no les falten. Por ejemplo, el ex canciller alemán Schröder, cuando las economías alemana y europea se encontraban sumidas en un profundo estancamiento, reclamó en repetidas ocasiones al BCE, una disminución de los tipos de interés. La respuesta de éste fue que había tensiones inflacionistas en el eurozona (aunque no en Alemania), que desaconsejaban la bajada y que lo que tenía que hacer el gobierno alemán era llevar a cabo reformas estructurales para recuperar la senda del crecimiento. En cambio, ahora que las economías alemana y europea en su conjunto están por fin creciendo, el BCE se obstina en subir los tipos a pesar de que la inflación está aparentemente controlada. ¿Alguien lo entiende?


El problema es que el BCE aplica una política global para los trece países, que puede no ser la más idónea para alguno de ellos, debido a su particular situación económica. Es decir, lo del café para todos, a veces no encaja, ya que cada país se encuentra en una fase distinta del ciclo económico, por lo que es muy difícil que a todos les siente igual de bien la medicina de la política monetaria común. Sarkosy, el flamante Presidente francés, ha sido el último en apuntarse a esta tendencia al cuestionar el alto grado de independencia del BCE. ¿Estáis de acuerdo con él o pensáis que el único objetivo del BCE debe seguir siendo controlar la inflación?

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