El gobierno laborista británico presentó esta semana un borrador del documento que definirá su estrategia energética durante los próximos 40 años. En él se plantean dos objetivos básicos: reducir su dependencia enérgica exterior y luchar contar el cambio climático. En lo referente a la dependencia, el gobierno británico es consciente de que la producción de petróleo y gas en sus yacimientos del Mar de Norte empieza a estar en franca regresión, por lo que cada vez necesitará abastecerse en los mercados internacionales en mayor medida. Esto implica un riesgo estratégico y económico, por la falta de estabilidad de muchos países productores y porque algunos de ellos quieren convertir su producción de hidrocarburos en una poderosa arma política (el mejor ejemplo lo tenemos en los intentos de Irán y Rusia de cartelizar el mercado gasístico, mediante la creación de una OPEP del gas [1]).
Y en lo referente al cambio climático, también se muestra preocupado por emisiones de CO2. No olvidemos que el gobierno británico fue el patrocinador del famoso Informe Stern [2], en el que se cuantificaban los inmensos efectos económicos que el cambio climático va a producir. Tampoco hay que olvidar, que el precio del petróleo es un poderoso argumento para apostar por la energía de origen nuclear. Desde mediados de enero está subiendo y ya ha vuelto a situarse por encima de los 70$/ barril, debido a las tensiones geopolíticas desatadas por la continuación del programa nuclear iraní.
Para reducir su dependencia exterior y combatir el cambio climático, Londres apuesta por una mayor eficiencia energética y por un aumento del peso de las energías renovables, que deberían suponer el 20% de la generación eléctrica en 2020. Pero también por el uso de la energía nuclear. Actualmente el Reino Unido cuenta con 19 reactores nucleares, que producen el 18% de su energía primaria y que deberían ir cerrando de aquí a 2025. Todo indica que se prolongarán los permisos de explotación y que se procederá a la construcción de nuevos reactores que los sustituyan.
Pero no es sólo el gobierno británico el que se replantea la opción nuclear. Finlandia y Francia están construyendo reactores y otros países como Alemania han decidido no desmantelar sus instalaciones nucleares. En España, el Gobierno se ha mostrado abiertamente en contra de reactivar la opción nuclear y mantiene su intención de ir cerrando las centrales nucleares a medida que vayan venciendo sus permisos de explotación, por lo que en los próximos años iremos viendo como la energía de origen nuclear, que actualmente supone algo más del 20% de la generación eléctrica, irá perdiendo peso.
¿Se debe considerar la energía nuclear como alternativa a los combustibles fósiles para reducir las emisiones a la atmósfera de gases productores del efecto invernadero? ¿Debe apostar España al igual que otros países europeos por la energía nuclear? A pesar de sus menores efectos contaminantes, ¿no supone un riesgo la gestión de sus residuos? ¿Qué debemos hacer?