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España se convierte en emisor neto de remesas

El año 2006 ha sido el segundo consecutivo en el que las remesas que los inmigrantes asentados en España envían al exterior, superan a las que llegan remitidas por los emigrantes españoles. El envío de remesas al exterior crece en la misma medida en que aumenta la población inmigrante en España, que según el INE [1]alcanzó a finales de 2006 los 3.880.000 habitantes de habitantes, sobre un total de 44,7 millones, lo que supone el 8,7% de la población. De esta manera, si en 2005 las remesas enviadas totalizaron algo más de 4.600 millones de euros, en los diez primeros meses de 2006, ya han superado los 5.000 millones. Los principales destinos son Ecuador y Colombia, seguidos de Marruecos y Rumanía. Por su parte, las cantidades que los emigrantes españoles remiten a nuestro país, se encuentran estabilizadas desde hace algún tiempo en algo más de 4.000 millones de euros anuales, aunque con una leve tendencia a la baja.

A pesar de que las cifras oficiales registran un continuo crecimiento de las cantidades remitidas al extranjero, el BDE [2] calcula que la parte registrada sólo representa entre el 50% y el 70% de las remesas, debido a las altas comisiones que conllevan los sistemas regulares de envío. De ahí el interés, por un lado de las autoridades económicas en normalizar dichos flujos reduciendo las comisiones que cobran las remesadoras y por otro, de las entidades financieras españolas por captar parte de dicho mercado.

El que cada vez se envíen más fondos al exterior es una consecuencia lógica de los procesos migratorios. En 2005, Latinoamérica recibió por este concepto más de 53.000 millones de dólares (una cantidad algo inferior a la flujos de inversión extranjera directa (IED) que arribaron a la región), ayudando a fortalecer el consumo y a paliar el déficit de ahorro interno. Pero a diferencia de la IED, las remesas no están sujetas a los vaivenes económicos y políticos, por lo que constituyen una fuente mucho más estable de financiación.


Por último, resulta sorprendente constatar que España aún mantiene más de un millón de emigrantes en el extranjero (Argentina, Francia, Venezuela, Alemania y Suiza son por este orden los países donde residen en mayor número), y que éstos remiten más de 4.000 millones de euros al año. El acelerado proceso inmigratorio en el que estamos sumidos desde hace una década, nos ha hecho olvidar que España fue hasta hace muy poco un país en el mucha gente tuvo que emigrar para buscarse un futuro mejor o para poder sustentar a su familia. Sin el concurso de las remesas que ellos enviaron a sus allegados, hubiera resultado imposible, por ejemplo, que el milagro español de la década de los sesenta del pasado siglo (en la que España se transformó en un país industrial), hubiera tenido lugar. Hoy nos toca vivir el proceso inverso, lo que no es sino el más fiel indicador, de lo que ha cambiado España en los últimos cuarenta años.